martes, 18 de diciembre de 2007

Aforismos de Ernesto Esteban Echenique


Fontanarrosa es tambien el sabio Echenique

  • El ocio es la madre de todos los vicios. Pero es una madre, y hay que respetarla.

  • “Cáncer” es una palabra grave.

  • El pavo real abre su cola sin importarle si es día feriado.

  • Judas no quería traicionar. Debía irse temprano.

  • “Está mitad vacía”, dijo el pesimista mirando la copa. “Está mitad llena”, dijo el optimista. “Está paga”, dijo el generoso.


  • El dinero es el único dios sin ateos en la Tierra.

  • No conozco el miedo. Solo temo a lo desconocido.

  • Dios está en todas partes. Aburre un poco.

  • Hasta el más tierno de los insectos merece ser aplastado.

  • La mala palabra no nació así. La sociedad la hizo mala.

  • Los tiempos que corren, ¿por qué corren?

  • La bala silba para darse ánimo.

  • También se ufanaba de su piel el tigre que hoy es alfombra.


  • Una mala imagen vale por mil malas palabras.

  • No vale más el singular topacio que el vulgar cascote. Pero si me dais a elegir, dadme el topacio.

  • ¡Desdichado el mendigo, que no conoce el placer de dar!

  • Mientras más sé, menos sé. No sé.

  • No juzgar a los hombres por sus actos. Condenarlos.

  • El árbol se ríe del hacha. Así le va.

  • La paciencia espera. La virtud observa. El pato parpa.


  • Se puede hacer una armadura de papel. Pero no te pelees.

  • También el rudo buey fue débil cordero.

  • El oído quisiera ver y el ojo, oír. ¿Quién los entiende?

  • Un condenado a cadena perpetua que muere joven… ¡defrauda a la Justicia!

  • Si tu mejor amigo te incrusta un puñal en la espalda… desconfía de su amistad.


  • El pájaro es libre. Lo sería aún más de ser soltero.

  • A veces es preferible una sonrisa a un salivazo en el rostro.

  • No basta la buena voluntad si intentas apagar el fuego con gasolina.

  • Consulté con mi almohada y me dijo: “Consulta con tu médico”.

  • Morir… ¡extraña costumbre!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gigante el negro....Pli

Unknown dijo...

Ruin, por la implícita amenaza, es la actitud del jinete que monta su alazán con botas de potro.